lunes, 5 de diciembre de 2011

BARILOCHE

PUERTO  MALDRYN  VIEDMA  BARILOCHE
     Los chinches (bugs) del ordenador han hecho que de todo un capítulo, que tanto cuesta escribir sólo hayan quedado la segunda postdata. Ni quiero, ni puedo, ni sabría repetirlo.
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PD_2   Llevamos cuatro horas de omnibús. Estos autobuses son otra cosa. Tienen dos pisos, el de abajo tiene tres sillones enormes por fila, muy muy reclinables, con reposapiernas, y arriba cuatro asientos por fila también reclinables pero menos, hay maquina de café y de agua caliente para el mate. Me voy a comprar un equipo de mate. la chica de al lado tiene 22 horas de viaje, va a Buenos Aires y no para de hablar, una máquina.
El Paisaje es igual desde hace cuatro días, es tan simétrico como una esfera, cualquier  eje, es de simetría, igualito por donde mires. Una tierra blancuzca de sal o yeso, llena de arbustos rastreros, puede que de la familia de las jaras o cualquier matucha halófila. A veces hay alambradas bajas y fáciles de saltar, pero al otro lado no hay nada. Los ratos que miro no consigo ver ni una oveja, y menos guanacos o maras, a veces aparece un redondel despejado y blanco, seguro que es de pura sal. Está nublado y parece que anochece, aún quedarán 1000 km para Buenos Aires, nosotros nos pararemos en el Río Negro.


BARILOCHE 
[25 DIC 6:30 pm. Habitación del hotel Premier tras una siesta después de comer mucho, luego diré qué]

     San Carlos de Bariloche (Don Carlos de más allá de las montañas), 41º de latitud sur, al pie de los Andes, es una ciudad de veraneo, muy grande, con más de 100.000 habitantes y que según Fabián, nuestro guía, vive sólo y exclusivamente del turismo. A mi me parece demasiado. Nosotros llevamos aquí unos cuantos días, pierdo la cuenta. Llegamos en el tren Patagónico tras 24 horas dentro, y mañana muy temprano nos montaremos en un autobús, no sabemos cómo es y me da miedo, para hacernos más de 1500 km, por la famosa Ruta 40, hasta El Chaltén.

     La ruta es a través de la estepa desértica, es de ripio, apenas si hay unos pueblos chiquitines, y hay tramos de 300 km sin agua. El viaje durará dos días. La verdad es que es difícil salir de aquí, el aeropuerto está cerrado por obras, y antes por las cenizas. El tren no es cuestión de tomarlo otra vez, además va a otro sitio; el ómnibus hace 29 horas seguidas de viaje dando mucha rodea, y el alquiler de un coche es difícil (!), caro (!) y dicen que arriesgado. Así que pensando en las diligencias de hace tiempo, nos iremos para el desierto como sea y que sea lo que dios quiera.

     En Bariloche hemos llevado una vida tranquila, y hemos hecho casi todo lo que se podía y tenía que hacer por aquí, que lo escribo aquí, para que quede en la memoria.

 Con colectivo (autobús urbano), telesillas y remises, cierta clase de taxis, subimos al Cerro Campanario. Un cerro en pico desde el que se mira y se ve todo, o mucho, y tiene arriba una confitería. Allí vimos que Bariloche está al borde de el Lago Nahuel Huapi, que hay muchos más lagos, aunque todos están en contacto y a nivel, que los lagos tienen muchas islas, y que los Andes, con nieve, estaban aquí mismo. Después nos fuimos a comer a La Colonia Suiza, un sitio extraño, turístico, entre lagos, y digno de verse.
   

  Allí comimos en un sitio, digamos que muy típico, con pretensión de parecer ‘mapuche’, los antiguos indios de esta zona, una comida especial llamada ‘curanto’, mientras un ‘payador’ cantaba y hablaba, con su guitarra, que nos recordaba a Jorge Canfrune. Quedó precioso. El curanto es una comida compuesta de carnes y verduras, asadas entre piedras calientes enterradas bajo tierra; un estilo muy primitivo de cocinar; no estuvo mal. Hicimos más cosas, vimos muchas, hubo compras, viajar es comprar, y en resumen recorrimos y conocimos una zona importante y preciosa de Bariloche.


    Otro día, habíamos contratado un circuito en una agencia de excursiones. Fabían nos llevó a los cinco en una furgoneta, a hacer lo que aquí llaman El Circuito Chico: 40 o 50 km entre bosques, lagos y casas de veraneo. Y con muchas preguntas, muchas fotografías y muchas paradas, a su gusto y al nuestro. Aprendimos y nos enteramos de muchas cosas curiosas, que sin él hubiesen sido imposibles. La verdad que es ésta una buena forma de conocer. El circuito incluía un viaje en barco por el Lago Nahuel Huapi, cuatro horas de navegación, con mucho turista, y parada y recorrido en dos islas enormes del Lago, a cuál más interesante. Los paisajes, y la vegetación de por aquí son dignos de un buen rato, pero no lo cuento porque dice mi amigo Amador que queda muy latazo tanto nombre aburrido de plantas, de montes y de bichos.

     La Rosa Rosetta, es una flor y fruto que luego diré. Aquí la recolectan y con ellos hacen de todo sobre todo cremas, colonias y jarabes con propiedades milagrosas, todo lo curan y lo sanan, lo mismo y lo contrario, parece y sorprende que lo único que no son es astringentes (!), es de risa cuando enumeran para que sirve, sería más corto decir para que no. El caso es que tanta magia sale ni más ni menos que de la flor del rosal silvestre, y de su fruto, que es lo que nosotros conocemos como tapaculos





     Aquí hay otro circuito inevitable, el de Los Siete Lagos. Otra vez al microbús, esta vez con Martín al volante y guía, tres parejas porteñas, una colombiana, y otra argentina; nosotros, cinco individuos y ninguna pareja, ni homo ni hetéro, debemos hacer raro, el mundo vive y viaja, sobre todo, de dos en dos. Muchos lagos, muchos nombres, todo bonito, muchas paradas y sobre todo, mucha ceniza. En Chile, pero cerca de aquí, el día 4 de Junio, revivió un volcán, se oscureció el cielo y todo se cubrió de ceniza, y la ceniza, ya menos, sigue cayendo. Esta zona de los siete lagos, ha sido la más castigada, Bariloche incluida. Villa la Angostura, está de lástima, por más que limpian; Villa Traful está abandonada, y todo el campo está cubierto por dos dedos o tres de cenizas, o por montones enormes si la quitan, no saben dónde meterla. Una lástima. Aún así, el camino y los lagos encantadores. La excursión terminó, empezó a volver, en San Martín de los Andes, un pueblo lindo, bárbaro, al fondo del Lago Lacal, sin cenizas, y con el mejor día que hemos tenido en Argentina. Allí es donde yo quise haber pasado esta semana, pero no salió. Precioso.


     Las cenizas no son malas del todo, además no son ceniza, en realidad es como piedra pómez muy desmenuzada, y a veces no tanto. Ahora resulta que las cenizas han cambiado y mejorado el color de algunos lagos, han aportado muchos nutrientes al lago y a la tierra y encima la capa que forman evita la evaporación de la poca agua que por aquí llueve, aún así queda todo un poco triste y feo.

     
     Otro día fue de asueto, yo quería cortarme las uñas, y escribir un rato. Y cada uno hizo lo que quiso, como esto es chico y el hotel une mucho y está en el centro, pues estuvimos todo el día viéndonos o juntos, pero sueltos.

     Hoy, otra vez con Fabián, y a las once de la mañana, nos ha llevado a otros lados y otros lagos, hemos subido a un pico que faltaba, lo hemos invitado a comer, y nos ha llevado a un sitio sin turistas, y hemos comido ni más ni menos, aquí en mitad de Sudamérica, en Los Andes patagónicos: “Callos a la madrileña”, en verdad se llamaban “Mondongo a la Española”, está claro que hay que comer de todo, y además no eran iguales.

     Hoy la bitácora parece un diario de verdad, faltan sólo las horas. A mi me gustaría escribir sin orden ni concierto, pero al final uno cae en lo cotidiano. Pasemos un poco al desorden.

     Hasta llegar a Bariloche, Sudamérica me había recordado más NorteÁfrica que Europa, sucio, sin aceras, tapias, tiendas raras, casas viejas, coches rotos, pero al llegar aquí la cosa cambió. La ciudad sigue estructurada en cuadras, hoy he comprobado que de cien metros de lado, pero se ve moderna, limpia y ordenada, con tiendas que podrían estar en cualquier sitio, y bares y restaurantes de categoría, además de arbolada, ajardinada y entre lagos. No es que sea perfecta, pero se le ve mucho más moderna, cuando te separas del centro, como es lógico algo se estropea, y en el centro mismo se notan faltas, pero bien. Los supermercados bien, pero algo pobretones, y los puestos de fruta, mas bien feos. Y la gente, mezclada, domina el blanco, pero hay también mucho inmigrante reciente de los países circundantes.

     Hemos estado en el Hotel Premier, hemos comido y cenado en muchos sitios distintos y casi siempre buenos, hemos prometido varias veces no comer más carne y cenar sólo yogures, pero luego ..,.Hemos estado de compras, y nos hemos enrollado de vez en cuando. La gente, como siempre, de lo mejor, …….




De Bariloche y su entorno, habría mucho que decir, y mucho hemos aprendido, pero hasta aquí he llegado.

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