[17.11.11.] Av. del General Roca, paralela a la costanera de Puerto Madryn, en una terraza en el lado de la sombra, corre una brisa suave, que hace la calle soportable. En el resto de la ciudad cae un sol de justicia, como si fuese un medio día en la plaza de Huéscar, pero con algo más de fuerza, y aún son las diez de la mañana . Nos dicen que esto no es normal, pero sospecho que lo sea, y desde luego lo está siendo los días que llevamos aquí.
Delante acaban de pararse una pareja, como de hippies, él con una guitarra y creo que una quena, empieza a interpretar música que a mi me recuerda a 'carnavalito' y a cantar en una lengua extraña que puede ser 'mapuche' o 'quechua', cualquiera sabe. Ella joven y tiposa, con pantalón y camiseta viejos y ceñidos, y descalza, se ha ido cruzando la calle que tiene que estar ardiendo y vuelve con una cerveza Quilmes, pide un aplauso a las dos mesas que estamos, una con tres argentinos y otra conmigo, y se van acera y sol adelante, bailando al ritmo de la quena y la guitarra.
[Intento seguir con mi escritura.] Puerto Madryn está algo más de mil km al sur de Buenos Aires, en la costa atlántica, en la provincia de Chubut, es la segunda provincia patagónica si se empieza por el Norte, encima está la provincia de Río Negro. Aquí cerca está Península Valdés, homónimo del municipio de Luarca, y es famoso este sitio por la abundancia, variedad y para nosotros exótica fauna. Por eso, esto está lleno de hoteles y hostels, restaurantes y agencias de viajes. Además hay una gran industria de aluminio con 4.000 empleados, otra industria de pesca de altura con una gran flota, y otra industria más de pórfidos, que son como mármoles. Pero lo que de aquí nos importa son las ballenas.
Con una empresa de excursiones, nos vamos a Península Valdés. Se trata de una península de forma irregular y bonita que puede medir 100 km de punta a punta; es una superficie horizontal y plana, con algunos baches y cubierta de un arbusto pobre y ralo entre marrón y verde. Por en medio y si se sabe mirar, o uno va con otro que sepa y te avise, se ven guanacos, ñandues, maras, armadillos, etc.; y sin necesidad de saber mirar se ven ovejas, más ovejas, y algunos caballos. En la costanera hay, durmiendo, parece que están muertos, cantidades de elefantes marinos, con 4000 kilos de carne, y un montón de hembras, lobos marinos, de un pelo y de dos (!), también tirados y dormidos, también muertos; y pingüinos, siempre bien vestidos y graciosos andando, cuando andan, aunque mas bien también se pasan la vida quietos. Éste es un mundo tranquilo.
[Ahora escribo sentado en un ómnibus, camino de Viedma, seis horas al Note]
El mundo de las ballenas es otro, las ballenas se mueven todo lo que no se han movido los otros animales. Se ven desde un barco, con 20 ó 30 personas, un capitán de navío y un guía de ballenas. Como en Puerto Pirámides no hay ni pirámides ni puerto, el barco entra y sale del agua montado en un dique seco jalado (empujado o tirado) por un tractor que se mete en el agua hasta los snorkels (tomas de aire). El barquito se dirige a la embocadura de la bahía, y por allí sin llegar a la mar, del todo, abierta, empieza el ballenerío, y parece oírse aquello de "por allí resopla" que decían en Moby Dick, empieza el baile y el desfile de ballenas y ballenatos. Se trata de ballenas francas, que pueden alcanzar los 20 m de longitud, son gigantescas, saltan hasta verse casi medio cuerpo fuera, y se acercan a ver sus ballenatos que no paran de intentar saltar, sacar cola y cabeza, manotear y resoplar. Se dan la vuelta y hacen un ruido incesante al golpear cola y manos con el agua y con fuerza. Aunque el ruido no llega a ser tanto como el de los disparadores de las cámaras, que lo digital ha hecho tan barato. Yo calculé cincomil fotografías por viaje, entre todos los viajeros. En verdad es un espectáculo, las ballenas envuelven el barco, y cuando ves que no lo tocan se te quita el poco temor que hubiera.
Alquilar un coche sin conductor para recorrer parajes más al Sur, como Trelew, Rawson, Gaiman, el Dique (pantano) Feruchio Ameguino, Punta Tombo, y el río Chubut, parecía una misión imposible, hasta que dimos con la chica apropiada. Luego el viaje se complicó, hizo un día de calor horroroso, no funcionaba el aire acondicionado del coche, cinco personas eran muchas para el sitio, las distancias y los tiempos eran mayores que los previstos y aquello no daba tanto como prometía. Aún así, vimos por fuera un par de capillas galesas, comimos estupendamente, con aire acondicionado, en Gaiman, tomamos té en una casa galesa, es lo más típico y famoso que se puede hacer aquí, y visitamos una playa famosa y buena, la Unión de Rawson. Y un museo paleontológico, que teniendo en cuenta la de grandes fósiles que por aquí encontraron Darwin, perito Moreno y tantos otros , había que ver; y además estuvo muy bien.
En Puerto Maldryn han pasado más cosas interesantes, llegamos el primer día, a las once de la noche, con seis o siete horas de retraso. Al principio parecía que no existía el hotel al que íbamos: "Sentir Argentina", hasta que entre varios especialistas dedujeron que tenía que ser "Sentir Patagonia". Éste resultó ser un hóstel no un hotel, y para colmo sin cama o litera alguna reservada a nuestro nombre. Nuestras reservas no existían y acostumbrados al todo electrónico, no teníamos constancia impresa de nada. Una papeleta, las doce y pico de la noche, muertos de hambre, y parecía que todo hotel estaba lleno. Por fin nos hicieron sitio como pudieron y nos mandaron a un lugar próximo donde con suerte podríamos comer algo. Acabamos en un sitio magnífico, una casita antigua y restaurada, convertida en un restaurante con encanto y casi de diseño, donde una familia deliciosa nos dio una cena fantástica en un comedor casi recién abierto; relinda, bárbara. Se nos olvidó todo lo anterior. ¡Menos mal!
Para redondear un día que había ido regular y acababa de arreglarse nos acercamos al mar, atlántico, y allí, resplandecía una Luna casi llena, decreciente, pero en forma de D . La constelación de Orión, que tontamente habíamos pensado que no se vería en el hemisferio Sur, resultó que se veía, pero que estaba boca abajo, la espada que siempre colgaba del cinturón hacia abajo, estaba apuntando hacia arriba, erecta. El cielo parecía haberse puesto al revés. Entonces, sabiendo que el mundo no puede cambiar tanto en tan poco, comprendimos que sin darnos cuenta, éramos nosotros que nos habíamos puesto boca abajo, nuestros pies seguían apuntando al centro de la Tierra , pero nuestras cabezas apuntaban a la parte inferior de las esferas celestes, según las pintan los cartógrafos del Norte. El avión nos había puesto boca abajo, habíamos cambiado de hemisferio. Luego vimos que ni la Osa mayor ni Casiopea estaban en ningún rincón del cielo patagónico, y que en su lugar, más o menos, había una constelación que nunca habíamos visto. Habíamos descubierto la Cruz del Sur. Demasiado cielo para un día.
Y así, llenos de sensaciones buenas, cenados, alojados y bajo un cielo nuevo, nos fuimos yendo a las literas de nuestro hóstel, lleno de jóvenes y de mochilas, y cuatro hombres que vamos por hoteles ocupando siempre una habitación cada uno, nos acostamos en dos literas de una sola. Una vez, horizontales, en la cama, la conciencia de estar boca abajo en el Universo perdió su sentido, y dormimos como si no quisiésemos hacer otra cosa en nuestra vida, o al menos por esa noche.
PD_1 Por algún error de alguien, quizá que mío, a la mañana descubriose que muestras reservas estaban hechas para el día siguiente, pero también descubrimos que un hostel no es para viajeros tan clásicos y crecidos como nosotros. Aunque aquello tenia su encanto, nos apetecía una habitación para cada uno, con armario, con baño, con anchura, y solos. Y nos cambiamos al Hotel El Cid.
Por fin veo tu bitacora, vaya mal hijo estoy hecho. Ya me extrañaba a mi que ltu correos-e fueran tan cortitos desde que te fuiste. Me encanta y me hago seguidor. Como dice Pepe Arregui cuentanos cosas cotidianas.
ResponderEliminarTe echo de menos pero me alegro de lo bien que lo estas pasando